Sonido Fulgor

lunes, 31 de enero de 2011

domingo, 30 de enero de 2011

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mapa parcial de internet donde el español es el tercer idioma más usado (con 18%) y América del Norte ocupa el 17% del ciberespacio.

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i am the billy childish

viernes, 28 de enero de 2011

jueves, 27 de enero de 2011

miércoles, 26 de enero de 2011

viernes, 21 de enero de 2011

SOBRE LA VANGUARDIA (SIETE APUNTES) POR HUMBERTO BECK


1. La lucha vanguardista contra el cliché –lo mismo la idée reçue del filisteísmo burgués que el estereotipo industrial de la cultura de masas– reproduce, en una trasposición al ámbito de lo estético, la lucha socrática contra la tiranía de la doxa, la opinión popular. Al describir la doble batalla de la vanguardia contra las convenciones del clasicismo y la mediocridad moderna de lo kitsch, así como la condena modernista de cualquier arte que se imite y repita a sí mismo, los críticos de los años sesenta resolvieron para su época una de las principales lagunas en la historia estética e intelectual del siglo XX. Este análisis del culto de la originalidad se quedó, sin embargo, a medio camino, pues nunca penetró en el núcleo crítico del mito de la vanguardia: la dependencia de la estética modernista con respecto al binomio repetición/originalidad. “La práctica real del arte de vanguardia, escribe Rosalind Krauss, tiende a revelar que la ‘originalidad’ es un supuesto de trabajo que emerge él mismo de un campo de repetición y recurrencia.” Y si el “inconsciente práctico” de la vanguardia tiende a estas revelaciones, su discurso, en cambio, construye a la originalidad como ficción legitimadora, al tiempo que “reprime y desacredita el discurso complementario de la copia”. Nacida en el combate del automatismo de la convención, la vanguardia terminó encarnando el automatismo de la novedad.

2. Es necesario situar a la prosa de T. S. Eliot en el espacio intelectual al que legítimamente pertenece: el de la crítica literaria de vanguardia, pues al final de cuentas fue Eliot, y no Apollinaire o Marinetti, el crítico que se convirtió en el autor conceptual de una “tradición anti-tradicional”. Eliot reintegró la noción de tradición en el modernismo literario mediante un diálogo crítico con las vanguardias. En su ensayo “La tradición y el talento individual”, publicado en 1919 –diez años después del primer manifiesto futurista y su llamado a aniquilar toda la herencia del pasado–, Eliot desmontó el mito vanguardista de la tabula rasa y la ingenuidad de una visión abolicionista de la tradición. Demostró que otra concepción crítica del pasado era posible: una en la que la tradición se imagina dinámicamente. En los años sesenta, Octavio Paz –otro poeta “modernista” y crítico literario de vanguardia– daría con una nueva fórmula para caracterizar el pulso de negaciones y continuidades que ha constituido a la literatura moderna: la “tradición de la ruptura”.

3. La vanguardia vive, de acuerdo con Renato Poggioli, en el permanente “estado mental anarquista” de una cultura minoritaria que combate a la cultura mayoritaria, condenándola como una pseudo-cultura. Regido por los valores cualitativos de la creación, el artista se rebela contra la tiranía de lo cuantitativo característica de la civilización moderna. Vive, en palabras de Mallarmé, “en huelga contra la sociedad”. Esta huelga equivale a una condición de profunda alienación. Sin embargo, como toda antinomia, la oposición entre el espíritu burgués y el espíritu artístico implica una relación de interdependencia. En su análisis sociológico de la vanguardia, Poggioli señala que un movimiento estético y psíquico de esta naturaleza solo es concebible en una sociedad liberal y democrática en lo político, así como burguesa y capitalista en lo socioeconómico. Aunque en términos culturales el vínculo entre la sociedad moderna y la vanguardia sea el de una relación negativa, en términos históricos su lazo es el de una relación padre-hijo. Aun admitiendo que el estado de alienación del artista de vanguardia en la sociedad moderna lo condenara a la muerte, habría que reconocer, igualmente, que “otra sociedad habría evitado incluso que naciera”.

Debemos al Daniel Bell de Las contradicciones culturales del capitalismo una visión complementaria de las complejas relaciones de interdependencia entre la sociedad moderna y la vanguardia artística, en especial entre sus dos figuras emblemáticas: el empresario burgués y el artista bohemio. A pesar de sus contrastes, ambas figuras comparten un mismo origen: las dos son expresiones –una en la economía, otra en la cultura– del ideal moderno del individuo autónomo que se determina a sí mismo. La gran paradoja es que desde sus orígenes cada una de estas encarnaciones del espíritu moderno comenzó a temer a la otra y a buscar su destrucción. En la segunda mitad del siglo XX, ambos impulsos empezaron a manifestar su decadencia. Mientras que el afán de rebelión del modernismo estético se anquilosó en repeticiones rituales, la justificación moral del capitalismo devino en un craso hedonismo.

Extrañamente, a pesar de haber descrito los síntomas del deterioro, Bell parece haberse quedado a un paso de la conclusión lógica de su razonamiento: lo que advino no fue solo el fin de la oposición, sino la fusión final, favorecida por las condiciones de la cultura contemporánea, entre el burgués y el bohemio. Si, como señala Bell, las formas experimentales del modernismo degeneraron en la sintaxis de la publicidad y de la alta costura, y si la vida burguesa degeneró en el hedonismo del consumo –y, por lo tanto, de la moda–, no debería causar sorpresa que, de manera cada vez más frecuente, el burgués y el artista sean la misma persona.

4. En su Theory of the Avant-Garde, Peter Bürger encuentra la especificidad de las vanguardias históricas no en la voluntad de ruptura con los estilos prevalecientes sino en la negación del arte como institución autónoma –la disyunción entre el arte y la praxis de la vida, la antítesis entre productor y receptor. Las vanguardias no buscaban, como las corrientes esteticistas, aislarse de la sociedad, sino reintegrarse en ella organizando una “nueva praxis vital con fundamento en el arte”. A juicio de Bürger, fracasaron, porque las protestas contra el arte comenzaron a aceptarse, ellas mismas, como arte. La actividad de las neovanguardias terminó, paradójicamente, por consolidar al arte como un espacio distinto de la vida.

Quizás, sin embargo, el fracaso de las vanguardias no radicó tanto en los modos en que su plan se llevó a cabo como en el plan mismo: pretender abolir el arte desde el arte solo podía desembocar en la consagración del anti-arte como un género estético. Las vanguardias reprodujeron, sin advertirlo, el desatino romántico de la estetización de la vida, ese integrismo estético consistente en buscar erigir a lo artístico como principio absoluto de la realidad, proyectándolo en todas las esferas de la existencia.

Tal vez ese mismo sea el error metodológico de los críticos de la vanguardia: concentrar su atención en las vanguardias estéticas –las que pretendían inyectar la sustancia del arte en la vida–, y no en las vanguardias concretas –las que se proponían hacer brotar el arte de las condiciones mismas de la existencia. En vez de esperar a que la esencia del arte se disuelva en el mundo y lo vivifique, ¿por qué no empezar directamente por diseñar objetos con un sentido práctico a la vez que estético, como se proponía la Bauhaus? ¿O por qué no mirar en la investigación literaria misma un campo de expresión de la vanguardia, como hicieron los formalistas rusos? Estos y otros ejemplos posteriores –como el llamado de Michel Foucault a imaginar nuevos modos de relaciones personales, o la idea de Hakim Bey de construir, a partir de la imaginación cotidiana y los encuentros concretos, “zonas temporalmente autónomas”– constituyen vanguardias prácticas, sustentadas en la idea de que cada esfera de la vida puede encontrar, desde las circunstancias particulares que la definen, su propio potencial revolucionario.

5. Tal vez las vanguardias literarias fracasaron aun en el ámbito mismo del lenguaje. Si, hoy en día, se le pidiera a un ciudadano común del orbe hispánico –no a un poeta ni a un profesor de literatura– que expresara su idea de lo poético, su horizonte de expectativas no tendría ninguna relación con los cánones estéticos de la poesía moderna o contemporánea. Estaría pensando, más bien, en un poema de Gustavo Adolfo Bécquer o Jaime Sabines.

6. Cualquier acto contemporáneo de creación se lleva a cabo, por necesidad histórica, a partir de dos condiciones inescapables: primero, la conciencia de habitar, en términos estéticos e intelectuales, un estado de posteridad absoluta. (Si la reacción de los poetas modernos ante la poesía romántica fue la “ansiedad de la influencia”, ¿qué puede suceder cuando se llega aún después?) Y, segundo, la experiencia de una infraestructura de registro y circulación de las obras (ahora no solo la fotografía y los medios masivos convencionales, sino las redes de información y todas las variaciones de la comunicación digital) que radicaliza la conciencia de la historia del arte y facilita la manipulación e intervención de los materiales de la tradición.

Desconcierta, en este contexto, el espacio marginal al que se suele relegar la figura de Marcel Duchamp. El ready-made no es, como tanto se pretende, un mero gesto de provocación ni una broma históricamente fechada que se agotaría en el primer intento de emulación. Es una nueva categoría del acto creador dotada de innumerables vidas posteriores, y representa –desde los détournements de los situacionistas hasta la música de John Cage– el origen de un nuevo campo estético. Resulta inconsecuente cuestionarse si el ready-made es arte. Más apropiado sería preguntarse, a la manera de Walter Benjamin con respecto a la fotografía, si después de la aparición del ready-made no se transformó incurablemente la naturaleza misma de lo que entendemos como “arte”.

7. Quizás la figura del dj y su extensión a todos los campos de la cultura sea la reencarnación más evidente de la conciencia estética de Duchamp en el panorama de la creación contemporánea. Quizás en el giro particular que ofrece de la modernidad –la recuperación del proyecto del re-engendramiento de uno mismo, pero desde la manipulación activa de los objetos de la tradición–, esa forma de hacerse cargo de la historia y el sonido sea una forma viva y tangible de la vanguardia. ~



Laurina Paperina. Italia.

jueves, 20 de enero de 2011

Lucien medianoche

Lucien medianoche


Morir es éxtasis.
No soy un maestro, ni un
Sabio, ni un Roshi, ni un
escritor o profesor, ni siquiera
un vagabundo del dharma risueño, soy
hijo de mi madre & mi madre
es el universo—
Qué es este universo
sino un montón de olas
Y un deseo anhelante
es una ola
Perteneciente a una ola
en un mundo de olas
Entonces... ¿para qué humillar
a ninguna ola?
Ven, ola, ¡OLA!
El rebuzno del burro
brotando, jijo
Es una triste sacudida solitaria
por tu amor
Amante ola

¿Y qué es Dios?

Lo inexpresable, lo inenarrable...



Jack Kerouac

miércoles, 19 de enero de 2011

martes, 18 de enero de 2011

LIBERTAD: esa dudosa noción.

¿EXISTE EL LIBRE ALBEDRÍO? POR ROGER BARTRA

En una carta a Rabindranath Tagore, Albert Einstein hizo una afirmación que ha sido citada con frecuencia por los deterministas. Dijo que si la Luna fuese dotada de autoconciencia estaría perfectamente convencida de que su camino alrededor de la Tierra es fruto de una decisión libre. Y añadió que un ser superior dotado de una inteligencia perfecta se reiría de la ilusión de los hombres que creen que actúan de acuerdo a su libre albedrío. Aunque los humanos se resisten a ser vistos como un objeto impotente sumergido en las leyes universales de la causalidad, en realidad su cerebro funciona de la misma forma en que lo hace la naturaleza inorgánica.

En el verano de 1930 Einstein tuvo una reveladora discusión cara a cara con Tagore. El gran místico hindú se empeñaba en encontrar en el universo un espacio para la libertad, y creía que el azar a nivel infinitesimal, descubierto por los físicos, muestra que la existencia no está predeterminada. Seguramente se refería al principio de incertidumbre de Heisenberg, también llamado principio de indeterminación. Einstein sostenía que los científicos no pueden hacer de ninguna manera a un lado la causalidad; en los espacios diminutos el orden no es perceptible, mientras que en un plano macroscópico se puede entender cómo funciona el orden. Tagore interpretó esta situación como una dualidad contradictoria radicada en lo más profundo de la existencia: la que opone la libertad al orden del cosmos. El físico en cambio negaba la existencia de esta contradicción: aun los elementos más pequeños guardan un orden. Tagore insistía en que la existencia humana se renueva eternamente debido a que hay una armonía que se construye sobre la oposición entre el azar y la determinación. Einstein decía, en contraste, que todo lo que hacemos y vivimos está sometido a la causalidad, pero reconoció que es bueno que no podamos verla. Tagore, para probar su punto, puso el ejemplo del sistema musical en la India, donde el compositor crea una pieza pero permite una elasticidad que expresa la personalidad del intérprete, quien goza de cierta libertad en la interpretación.

Las diferencias entre Tagore y Einstein simbolizan dos grandes formas de abordar el problema de la libertad. El primero, como muchos religiosos, trató de aprovechar lo que parecía un resquicio abierto por los físicos para colar la idea de la indeterminación. A muchos les pareció que el principio de incertidumbre de alguna manera podía significar que los electrones gozaban de “libertad” y que se escapaban de la cadena causal.

La actitud de Einstein ha influido en quienes suponen que el libre albedrío, como una propiedad de la conciencia humana, es una mera ilusión. Por ello sostienen que el cerebro está cruzado por cadenas causales empíricamente comprobables en las que habría una conexión entre pensamientos y acciones. La idea de que la conciencia, actuando libremente, es la causa de las acciones sería en realidad una ilusión. El libre albedrío es visto, desde esta perspectiva, meramente como una sensación construida por el cerebro y no como una indicación directa de que el pensamiento consciente ha causado la acción, como lo ha formulado Daniel Wegner, de la Universidad de Harvard. Según este psicólogo la gente cree equivocadamente que la experiencia de tener una voluntad es en realidad un mecanismo causal. Quienes creen que existe el libre albedrío se equivocan de la misma manera en que erraban los que pensaban que el Sol daba vueltas alrededor de la Tierra. La gente creía en el sistema ptolemaico, dice Wegner, en parte por la influencia de las concepciones religiosas que colocaban a la Tierra en el centro del universo creado por Dios. La creencia en la voluntad consciente como un agente causal es un error similar (The illusion of conscious will, 2002).

Yo creo que esta es una concepción equivocada. La libertad no se puede entender si la conciencia es encerrada en el cerebro. Cuando muchos neurocientíficos se empecinan en rechazar esta idea, condenan sus investigaciones y reflexiones a quedar cautivas de un círculo vicioso, en el cual el libre albedrío no es más que una ilusión creada por el cerebro, un mero epifenómeno acaso necesario pero carente de poder causal. Esta idea nos deja sin una explicación del libre albedrío, que entonces puede ser solo visto como una expresión política dotada de una enorme aura filosófica y literaria, pero que no sería más que un eslabón en una cadena determinista alojada en el cerebro de los humanos. Si, en contraste, ampliamos nuestra perspectiva y entendemos a la conciencia como un conjunto de redes cerebrales y exocerebrales podemos descubrir facetas y procesos que una visión estrecha es incapaz de entender. Es la propuesta que hice en mi libro Antropología del cerebro (2006). Me parece que la libertad solo puede ser entendida si la ubicamos como un proceso que ocurre simultáneamente dentro del cerebro y en las redes culturales que nos rodean. La libertad es un fenómeno propio de la conciencia. ~

Fuente: http://www.letraslibres.com

LIBERTAD ES LO QUE HACES CON LO QUE TE ES DADO. JEAN PAUL SARTRE

lunes, 17 de enero de 2011

domingo, 16 de enero de 2011

viernes, 14 de enero de 2011

El CINE, ese dudoso arte.

Brigitte Bardot y Jane Birkin, dudosamente adorables en: Don Juan ou Si Don Juan était une femme... (Don Juan, o si Don Juan fuera una mujer...). Director: Roger Vadim. Francia 1973. 


lunes, 10 de enero de 2011

lunes, 3 de enero de 2011

www.blogalaxia.com

sábado, 1 de enero de 2011

Según el Vancouver Sun:



Deerhunter
Well, here it is: The best of the best.
After a few installments in the "Best of 2010" series -- Loud albumsVancouver and B.C. albums and favourite concerts of 2010 -- the time has come to reveal what I consider to be the all-around most amazing albums of the year.
Difficult? Oh, absolutely. Head-splittingly so. That's why you'll find a whole bunch of special mentions following the Top 10, which begins with...
#10: The New Pornographers, Together
As I mentioned in my "Best of Vancouver and B.C." list, this is the Pornographers' most accomplished, most "together" album, echoing everything from Black Sabbath riffing to Magical Mystery Tour-era Beatles. A stunning record that takes a few listens to fully sink in.

#9: High on Fire, Snakes for the Divine
In my opinion, this year's best full-on metal album that sees Matt Pike and his cohorts exploring humanity's reptilian nature. A sonic battering ram.

#8: LCD Soundsystem, This Is Happening
James Murphy's idiosyncratic basement disco comes full circle on This Is Happening, which features one of the year's best singles (and a shambolic Spike Jonze-directed video, for that matter) in the White Light/White Heat-esque Drunk Girls.

#7: Kanye West, My Beautiful Dark Twisted Fantasy
 
Some could argue this is the obligatory Kanye West nod, but few hip-hop artists have reinvented themselves the way West has over the past decade. With Fantasy, West once again lets his ego run free, and the result is absolutely spectacular if you can tolerate his self-agrandizing flights of fancy. Plus, any rapper that samples King Crimson's 21st Century Schizoid Man (onPower) gets major bonus points in my book.

#6: Apollo Ghosts, Mount Benson
The best DIY release of the year straight out of Vancouver. An ode to childhood and love featuring everything from pirate suits to bathtub boats and softball matches. Masterful in its raw innocence.

#5: Arcade Fire, The Suburbs
Probably the most talked about album of the year, the only flaw The Suburbs suffers from is being a bit overlong, but this is the album Arcade Fire fans and non-fans can finally all agree on.

#4: Yeasayer, Odd Blood
The sound of the experimental '80s: gated drums, syncopated beats and Afro influences all served up with a futuristic indie twist.

#3: Karkwa, Les chemins de verre
The winner of the 2010 Polaris Music Prize was not, as some tried to explain, a shoe-in because a French album was due to win or because the jury was "stacked" in its favour. Les chemins de verre is a phenomenal album with some of the best rock melodies you'll find this year, and whether you speak French or not, it hits deep and true on a sonic and emotional level.

#2: Black Mountain, Wilderness Heart
Black Mountain's tightest, folkiest, rockingest nugget to date, and my pick for next year's Polaris Music Prize (yes, more so than The Suburbs). An instant classic.

#1: Deerhunter, Halcyon Digest
One of the year’s most hyped albums certainly did not disappoint: Atlanta quartet Deerhunter’sHalcyon Digest turned out to be a big bundle of shoegaze and pop wrapped in a heavy coating of psychedelia; an expertly balanced exercise in indie rock perfection that never gets old. In fact, repeated listens will only unearth even more little intricate details that make Bradford Cox and Co.’s latest a stunning journey through both whimsical dreamscapes and madcap nightmares. In the mix, Halcyon Digest offers instant retro-tinged pop nuggets (RevivalMemory Boy) and sparse, brooding numbers breaking up the pace (EarthquakeSailing). As flawless as this album is, the real standout is the drawn-out Desire Lines and its catchy-as-all-hell "woah-oh" chorus, a song on which Cox asks the pivotal question, "Is that the way things go? Forever reaching for the goal?" Top it off with Basement Scene and its eerie take on the Everly Brothers’All I Have To Do Is Dream, the drip-drip melancholy of modern day stunner Helicopter, the Stones-esque Coronado and its blazing horns, and the closing ode to the late Jay Reatard, He Would Have Laughed, and it really doesn’t get any better than this.
 
And 10 extra special mentions for 10 truly excellent albums:
Neil Young, Le Noise
Black Wizard, Black Wizard
Roots Manuva vs Wrongtom, Duppy Writer
Land of Talk, Cloak & Cypher
Delta Spirit, History From Below
Gorillaz, Plastic Beach
Best Coast, Crazy For You
Janelle Monae, The ArchAndroid (Suites II and III)
Broken Bells, Broken Bells
Rolling Stones, Exile on Main Street (re-issue)
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